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Hoy os voy a hablar sobre el Feng Shui, un tema que nunca creí que iba a tratar, pues soy bastante escéptica en lo que respecta a temas digamos espirituales, o intangibles.
El Feng Shui es una filosofía ancestral de origen chino, de más de 3.000 años de antigüedad, que, a grandes rasgos, estudia el equilibrio entre el individuo y el medio donde habita. Esta disciplina defiende que la distribuición y la decoración del hogar influye en las buenas y las malas energías, así como en el estado de ánimo de los que viven en él.
Pero no pretendo profundizar en temas concretos como qué color es mejor para el chi ( o energía), o dónde he de poner el sofá según el Feng Shui, sino que voy a plantear cómo he entendido yo esta disciplina milenaria desde mi punto de vista totalmente profano.
Me ha sorprendido la simplicidad de sus principios básicos. Y es que el Feng Shui tiene mucho de lógica y de sentido común. Por ejemplo, una de sus premisas es que la suciedad y el desorden atraen las energías negativas. Recomienda no tener habitaciones desordenadas utilizadas como trasteros, pues aunque no se vea, ese desorden nos produce sensaciones negativas. Lo cual es totalmente cierto, cuando tenemos la casa desordenada nos sentimos culpables, sabemos que deberíamos dedicarle un tiempo al orden y la limpieza. Y todo lo contrario, cuando nuestra casa está ordenadita y limpia, ¡qué sensación de paz tan buena!¿verdad?
El Feng Shui apuesta por el minimalismo, propone eliminar el exceso de objetos, que acaban causando desorden. También predica que cuanta mayor luz natural haya en las estancias, será mejor para la energía o chi. ¿A quién no le gustaría tener una casa con grandes ventanales, que nos permitan bañarnos en la luz natural que entra? Eso siempre es agradable.
Los materiales naturales en nuestra decoración como la madera, el bambú o la lana también atraen las buenas energías, así como las mascotas, el incienso y las esencias florales.
Si tenemos jardín o balcón, las plantas exterirores nos aportarán ese chi que necesitamos en nuestro hogar. De igual manera, debemos retirar las flores o plantas secas, que harían que esa energía se escapara.
El agua para el Feng Shui es muy importante, por tanto, si derrochamos agua haremos que la buena energía se vaya por los desagües.
En el dormitorio deben predominar los tonos suaves, y debemos huir de los elementos electrónicos, pues es una zona destinada al descanso.
Como veis, esta filosofía milenaria en esencia apuesta por vivir en un ambiente relajado, ordenado y limpio, sin estridencias, amplio y luminoso, lo que contribuye a un estado saludable y de bienestar emocional. Son principios bastante básicos que a veces se nos olvidan, en este mundo tan ajetreado en el que vivimos. A menudo lo más simple es lo más efectivo.
Yo me declaro desde ya fan incondicional de este Feng Shui adaptado para principiantes que os acabo de exponer. ¡Buen chi y mejor fin de semana!
Cuando decoramos nuestro hogar tenemos siempre en cuenta muchos aspectos, como son el estilo que queremos darle, los colores de los muebles, el espacio del que disponemos..., pero si hay algo que solemos dejar para el final es la decoración de las paredes. Y es que los cuadros y murales dan a la casa un toque muy personal, son elementos muy visibles que dan a nuestras visitas una primera impresión. Por eso queremos poner en nuestras paredes elementos que concuerden con el estilo de nuestra casa, y muchas veces, con nuestra personalidad.
Hoy en día el mercado nos da muchas opciones, tantas como variedades de estilos hay, es decir, casi infinitas. Hemos dejado atrás los cuadros de marcos recargados, en favor de los lienzos anchos, rematados sin marco, que dan un aspecto más actual. También son tendencia los murales en madera de estilo retro y, aunque cada vez menos, las láminas con frases positivas y motivadoras.
Podemos encontrar cuadros que contengan paisajes, motivos florales, con frases, abstractos, de estilo pop, de carteles cinematográficos, también de animales, pero hoy os queremos hablar de los lienzos personalizados con nuestras propias fotos. Si buscas plasmar tu personalidad en tus paredes es la mejor solución. Tus fotos reflejan qué es importante para ti. Un motivo siempre tierno para tus lienzos son las fotos de tus hijos, nietos o sobrinos. Si te gusta viajar, seguro que tienes instantáneas de lugares diferentes, gentes y paisajes que te traerán recuerdos estupendos. Otra opción es esa vista tan especial que tienes desde tu casa, o del lugar más característico de tu ciudad. Solo tienes que encontrar qué imagen quieres que presida tu pared.
Hoy en día no hace falta tener demasiados conocimientos de fotografía para conseguir buenas fotos. No hablo de calidad, no necesitamos ganar un concurso, y las cámaras y teléfonos móviles actuales tienen una resolución más que aceptable para su uso particular. Existen aplicaciones muy sencillas de utilizar que nos permiten crear efectos muy artísticos, cambiar los colores, utilizar el blanco y negro, darle un toque retro, montar collages y una infinidad de posibilidades que harán nuestras fotos únicas.
Así que animaos a innovar en vuestras paredes, y tendréis en ellas un reflejo de todo eso que significa tanto para vosotros.
Después de un tiempo sin escribir, vuelvo con una reflexión un tanto compleja, como es la manera en que consumimos hoy en día, que ha cambiado mucho, y en muy poco tiempo.
Vivimos en una sociedad en la que prima, cada vez más, la inmediatez, la novedad. Las nuevas tecnologías nos incitan a comprar desde el sofá de nuestra casa, con un simple click. Esto debería ser bueno, pero, ¿realmente lo es? Igual que se prima la novedad, muchas veces a esto se suma el factor económico, la invasión por todos los frentes del llamado "low cost". Lo que viene siendo comprar barato. A todos nos gusta comprar barato, pero ¿hasta dónde? ¿A qué renunciamos con esta tendencia creciente? Bajo coste, la expresión misma lo dice. Y con el bajo coste, casi siempre baja también la calidad, ya sea del producto o servicio, o de las características que lo rodean.
Nos gusta viajar. En internet podemos encontrar ofertas de vuelos baratísimos. Claro está, esos aviones también necesitan combustible para volar, y pilotos, y asistentes de vuelo... ¿Cómo abaratan precios? Obligándonos a no facturar equipaje, a hacer el check in desde casa, y acabarán diciéndonos que bajemos de peso si queremos pagar el estupendo precio que nos anunciaban. No engañan a nadie, pero luego siempre oímos quejas sobre lo estrictos que son con el equipaje de mano o los problemas que hemos tenido con tal o cual compañía. Y mientras, en las agencias de viajes, grandes profesionales que nos empeñamos en no consultar.
Otro ejemplo es el de los bazares orientales que nos inundan por doquier. Todos conocemos la calidad de los productos que, por lo general, habitan en estos comercios. Pero seguimos yendo, es una realidad. Sabemos que ese aparato eléctrico nos va a durar bien poco, o que tal vez tengamos que devolverlo porque ya está roto cuando lo compramos, pero ¡qué importa! es barato. En estos comercios ni siquiera se molestan en traducir decentemente los envases de sus productos. Un traductor automático traduce del chino a cualquier otro idioma las características o las instrucciones de uso, dando lugar a textos desternillantes que parecen escritos por el mismísimo satanás. Pero a nadie parece importarle.
La tecnología es otro ejemplo, esta vez del concepto que tenemos de novedad. Nos compramos un smartphone con todos sus extras, apps, actualizaciones y demás zarandajas, para al cabo de cinco meses venderlo por internet y comprarnos el siguiente modelo, que dista de éste en una letra, un número y poco más, sin haber exprimido realmente todas las posibilidades que ofrecía el "antiguo". ¿Dónde ha quedado eso de comprar algo y desecharlo cuando ya estaba viejo, gastado, con las marcas del tiempo y el uso dándole cierta solera? Esos objetos llegaban a ser nuestros de verdad, éstos, no sé.
Con esta tendencia al consumismo barato, rápido y efímero, o quizá como causa de esto (¿qué fue antes, el huevo o la gallina?) han surgido diversas aplicaciones móviles y páginas patateras (también víctimas del susodicho traductor) que nos instan a comprar y vender por internet. No han inventado nada nuevo, son las tiendas de segunda mano de toda la vida, pero online, y con una imagen más fresca y moderna. Con esta manera de comprar o adquirir servicios, ¿a qué estamos renunciando? ¿realmente cuando compramos productos de estas características satisfacemos nuestras demandas? ¿Era lo que esperábamos, lo que vimos en la foto? El mueble que has comprado desmontado y has transportado y montado tú mismo, ¿es de la calidad esperada? Este consumismo "low cost" es un arma de doble filo. Nos satisface la necesidad de comprar de una manera inmediata, con un impacto mínimo en nuestro bolsillo, pero, ¿por qué lo revendemos o lo desechamos tan pronto? ¿lo queríamos en realidad?
No seré yo quien diga no a los avances, a la utilidad incuestionable de las nuevas tecnologías, pero creo que debemos utilizarlas con responsabilidad. No se trata de comprar en tiendas exclusivas, con nombre y apellido, y logo de cocodrilo o caballito, pero opino que deberíamos encontrar el punto medio, hacer que , en cierto modo prime la calidad, no la cantidad. Dejarnos aconsejar por profesionales, ya sea en tiendas físicas u online, donde también disponen de chats donde consultar dudas, y no fiándonos de particulares desconocidos que escriben "bendo" en las apps arriba mencionadas.
Esta nueva forma de comercio, utilizada sin ton ni son, nos está deshumanizando. ¿Dónde queda eso de pasar la tarde de compras con una amiga, probarnos ropa, preguntar, mirar, destripar las perchas en busca de algo bonito? Nos estamos convirtiendo en sociópatas con ejércitos de amigos virtuales, que cazamos animales imaginarios con el móvil, que no gastamos un euro en cds ni en cine, y mucho menos en libros, que envolvemos nosotros mismos los regalos con papel malo a la salida de los grandes almacenes. Estamos cayendo en la cultura de lo cutre, y lo que es peor, nos estamos acostumbrando. O será que me hago mayor y soy más conservadora de lo que creía.
Se acerca el 14 de febrero, y muchos de vosotros estáis pensando en el regalo de San Valentín. También estáis los que decidís no celebrarlo porque pensáis que es una celebración basada en el consumismo, una excusa de los grandes almacenes. Seguro que todos habéis oído que El Corte Inglés inventó San Valentín, pero ni mucho menos... ¿Sabéis de donde viene el origen de esta celebración?
El origen de San Valentín se remonta a la época del imperio romano. San Valentín era un sacerdote de Roma. En Roma gobernaba el emperador Claudio, un tirano que prohibió los matrimonios para los jóvenes porque según él, los solteros sin familia eran mejores soldados.
San Valentín consideraba que esto era injusto y desafió al emperador. Casaba a los jóvenes enamorados en secreto. El emperador Claudio se enteró y envió a Valentín a la cárcel. Estando en la cárcel, un oficial lo retó a que devolviese la vista a su hija Julia, ciega de nacimiento, y según la leyenda, San Valentín, en nombre del Señor, le devolvió la vista.
De todas formas, Valentín fue martirizado y ejecutado por orden del emperador el 14 de febrero del año 270, y la joven Julia, agradecida al santo, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. De ahí que el almendro sea símbolo de amor y amistad duraderos.
El Día de San Valentín es típicamente occidental, pero actualmente se ha extendido a otros países como China o Japón. En muchos países llaman a este día el "Día de los enamorados", en otros es el "día del amor" o incluso el "día de la amistad".
Así que ya sabéis por qué celebramos este día. Independientemente de que lo consideréis una celebración consumista o que lo veáis como la excusa perfecta para demostrar el amor hacia vuestra pareja, nunca viene mal un poquito de historia.
En la decoración, como en casi todo, a menudo la solución más simple es la más eficiente. Un gesto tan sencillo como elegir un camino de mesa adecuado puede dar un toque muy diferente a tu salón.
Seguramente te ha pasado, te gusta un centro de mesa, o un portafotos, un jarrón,... pero es de un color tan similar al de tu mesa que no destacaría sobre ella. Si te ocurre esto, no renuncies a él, la solución puede pasar por poner un camino de mesa de un color diferente, a contraste, y así podrás poner ese centro que no se veía sobre la madera.
También puedes jugar a combinar el tapete con los colores de las cortinas, o con los cojines del sofá. O bien, si tu decoración es muy minimalista o con colores muy suaves, puedes colocar en tu mesa un camino de un color fuerte, que le dé protagonismo a ese punto del salón.
Hay una gran variedad de caminos de mesa: más largos, más cortos, anchos, estrechos, acabados en pico, con o sin borla, rectos, clásicos, modernos, bordados, lisos, de crochet,... puedes incluso hacerlo tú mismo. Tú decides el toque que quieres darle a tu mesa. Puedes colocarlo en la mesa grande del salón, o bien en una más pequeña. Incluso te puede servir para cubrir un baúl demasiado serio, o un recibidor. También es una solución para disimular desperfectos de un mueble desgastado por el uso. Se puede poner a lo largo de la mesa, que cuelgue por los lados, o que quede dentro de la mesa, o también a lo ancho. Puedes poner dos iguales, en paralelo, o diferentes, de forma que se crucen en la mesa. Incluso en diagonal. Los límites los pones tú.
Si ves que a tu mesa le falta algo pero no quieres cambiar demasiado tu decoración, haz la prueba. Un camino de mesa siempre es una solución socorrida, sólo tienes que encontrar el tuyo.
Todos los años pasa lo mismo. Llegan estas fechas y nos rompemos la cabeza pensando qué regalar. Con los niños no suele haber problema, pues ellos saben mejor que nadie lo que quieren: el juguete de moda, la muñeca de su personaje de dibujos favorito, el balón de su equipo,... Pero, ¡ay, los mayores!
Muchos somos de los Reyes Magos, y nos damos los regalos el día 5 de enero, después de la Cabalgata, o el día 6 por la mañana. También hay mucha gente que escribe la carta a Papá Noel, y se da los regalos el 24 o el 25 de diciembre. Y ahora ha surgido con fuerza el "amigo invisible", una manera divertida de regalar, que se ha extendido desde grupos de amigos o familias enteras a compañeros de trabajo, o hasta de gimnasio. Pero todos coincidimos en una cosa: queremos acertar con nuestros regalos. Y es que la ilusión no sólo es cosa de niños. Nos gusta desenvolver, ¡¿ qué será?! Y ver la cara del que recibe el regalo, comprobar si le ha gustado... o no. Y a veces olvidamos que el regalo, al final, es lo menos importante. Lo que de verdad importa es que se acuerden de nosotros, que hayan perdido un poquito de su tiempo en intentar hacernos felices, por lo menos, en ese instante en que rompemos el papel de regalo. Y es que el regalo siempre, siempre es la mano del que lo da. Leí esta frase recientemente y no puedo más que coincidir.
Ahora que se acercan estas fechas llega el momento de pensar en el menú de Navidad, comprar el marisco, la carne, los aperitivos y dulces varios que devoraremos sin piedad. Y también hay que pensar en... ¿la decoración de la mesa?
Vemos en todas las revistas, en los anuncios de bombones, incluso en la publicidad del súper unas mesas decoradísimas a las que no les falta detalle, con todo a juego, perfectas para la foto. Pero ¿qué pasa cuando somos catorce para cenar, hemos sacado las mesas plegables para añadirlas a la principal y hay overbooking de platos y vasos, sacando sólo lo imprescindible? Sabiendo lo dadas que son las madres a preparar comidas pantagruélicas, ¿cómo vamos a poner el centro de mesa entre las botellas de vino, cerveza y cola y el plato de gambas?
Es más sencillo de lo que creéis. Si sobre la mesa no podemos poner muchos elementos extra, podemos, por ejemplo, poner un mantel de motivos navideños. Los hay de papel, muy económicos, o de tela, más finos. Puedes incluso comprar la tela y coserle un ribete a contraste. Esta es una solución que, por otra parte, te durará muchos años. Las servilletas de papel de Navidad también pueden ayudar a crear ese ambiente que buscas.
Algo que da un toque muy especial son las velas. No saques los candelabros, no, con dos velas, rojas o doradas, una a cada lado de la mesa, es suficiente. Puedes ponerlas incluso en un platito de café blaco, sin más.
Otra opción es poner ese centro de mesa tan bonito que has hecho tú misma antes de sacar el plato principal, con el apertitivo, que es cuando hay más espacio en la mesa, y luego retirarlo.
Los bajoplatos también son un elemento que no ocupa demasiado y viste mucho la mesa.
Para los dulces podemos utilizar un platito o bandeja con motivos navideños, o un bote galletero, una taza para el chocolate del roscón,... lo que se te ocurra. Ya que vamos a pecar con esos turrones y mazapanes, hagámoslo con estilo.
Realmente no creo que seamos conscientes de la importancia de los colores. Cuando compramos una camiseta de ese color que nos gusta y nos la ponemos, nos sentimos bien. ¿Por qué colocamos cuadros en casa? La combinación de sus colores, junto con el motivo plasmado, nos produce una sensación agradable. No en vano, hay obras de arte que valen millones, todos lo sabemos, pero independientemente de quién sea su autor, de lo que represente, de su calidad artística "objetiva" (si es que el arte puede ser objetivo), sin entender de arte, lo primero que nos atrae son sus colores, son un elemento primordial.
En nuestra casa queremos armonía, que el conjunto de elementos que conforman una habitación produzca una sensación placentera, y en esto influyen mucho los colores. A nadie se le ocurre decorar una casa totalmente en color blanco, y mucho menos en negro. Siempre pondremos algún elemento de color, aunque sea muy tenue. Si no, quizá acabaríamos desquiciados, sin saber dónde mirar.
Cuando queremos dar un cambio a una estancia, a menudo con cambiar el color de las paredes es más que suficiente. Los colores nos aportan alegría, tranquilidad, energía, buen humor, dependiendo del momento y de los gustos de cada persona. Todos tenemos colores favoritos, y ese color que odiamos. Elegimos o descartamos prendas, u objetos en general dependiendo de su color. ¿Quién no ha dicho eso de " si estuviera en otro color..."? Yo, por ejemplo, sería profundamente infeliz si el mundo fuera en azul marino o en rosa. Así de simple, no me gustan.
Ahora que tenemos tan cerquita la Navidad me planteo una duda: ¿Papá Noel siempre viste de rojo? ¿no tiene otra cosa? El color estrella de la Navidad es indiscutiblemente el rojo, probablemente por asuntos de márqueting minuciosamente estudiados, seguro que no es casualidad. Igual que la Coca-Cola. ¡Y que no cambian, eh! Junto con el dorado, la Navidad es roja. Pero el comunismo también es rojo, ¿no? Eso con el consumismo navideño no se lleva bien... En fin, eso sí que es casual, supongo.
El blanco de la nieve también entra con fuerza en esta época, y el verde del árbol. Desde hace unos años se ha intentado dar protagonismo al morado, combinado con el color plata, aunque en mi opinión no ha cuajado demasiado. Sigue imperando la fuerza del rojo.
Las estaciones del año también influyen en la gama cromática. En verano llevamos colores fuertes, alegres, en ocasiones chillones, estampados tropicales, y en invierno el marrón, el gris y el negro son los que predominan. Considero que debería ser al revés, para contrarrestar las horas de sol.
Y por supuesto las modas, que siempre tienen algo que decir. Este invierno se llevará tal o cual color...Y las tiendas se inundan de ese tono, nos guste o no. Y al final, casi sin darnos cuenta, acabamos adquiriendo algo en color teja, burdeos, mostaza... que al final no sabemos si estamos comprando ropa, vino o material de construcción.
Cuando elegimos entre la inmensa y variada gama de colores que existe, elegimos en función de cómo nos hace sentir ese color. No hay nada más subjetivo que los colores. Incluso lo que para mí es verde, para otra persona es a veces azul, o gris, o marrón,...No hay frase más cierta que la que dice "Todo depende del color del cristal con que se mira". En los colores y en la vida.
No considero éste un blog de decoración. Es simplemente una ventana donde mostrar ideas. Algo que tenemos todos, opinión, sencillamente.
No soy experta en decoración. No más que cualquiera que lea esto. Tal vez la experiencia puede ayudar, pero nada más. A diario veo gente que me pregunta " ¿dónde se pone este jarrón?", "¿esto le va a un mueble moderno?", "es que yo no tengo gusto". ¡Todos tenemos gusto! El nuestro, sin ir más lejos. Tal vez si fuéramos a decorar la recepción de un hotel el resultado podría ser pésimo, o no, pero alguien nos pagaría por ello, y por lo tanto esperaría un buen resultado. Pero para decorar nuestra casa, si tenemos que fiarnos de un criterio es del de uno mismo.
Esto me recuerda al famoso anuncio, "Bienvenidos a la República Independiente de mi Casa". Pues eso. Si no tenemos la libertad de poner en nuestra casa lo que nos dé la real gana ¿qué nos queda? Faltaría más.
Los elementos decorativos que ponemos en casa son una manera de expresarnos, al igual que la ropa que llevamos, el peinado o incluso la música que escuchamos. Luego están las modas, las tendencias, los must have, que se dice ahora. Que si estilo nórdico, que si estilo industrial,... Han de crearse novedades, siempre es necesario, y se agradece, pero el comprador debe adaptarlas a su estilo, a sus gustos, y por supuesto, a su presupuesto. Si no, corre el riesgo de crear un ambiente aséptico, impersonal. Y una casa impersonal es un piso piloto, que es una cosa muy fría.
En fin, mezclad, combinad, ya seáis amantes de lo barroco y recargado o del minimalismo más minimalista. Personalizad vuestras casas. Se puede pedir opinión, claro que sí, pero el que manda en la República Independiente de tu Casa eres tú.