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¿"Low cost" a toda costa?

¿"Low cost" a toda costa?

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Después de un tiempo sin escribir, vuelvo con una reflexión un tanto compleja, como es la manera en que consumimos hoy en día, que ha cambiado mucho, y en muy poco tiempo.

Vivimos en una sociedad en la que prima, cada vez más, la inmediatez, la novedad. Las nuevas tecnologías nos incitan a comprar desde el sofá de nuestra casa, con un simple click. Esto debería ser bueno, pero, ¿realmente lo es? Igual que se prima la novedad, muchas veces a esto se suma el factor económico, la invasión por todos los frentes del llamado "low cost". Lo que viene siendo comprar barato. A todos nos gusta comprar barato, pero ¿hasta dónde? ¿A qué renunciamos con esta tendencia creciente? Bajo coste, la expresión misma lo dice. Y con el bajo coste, casi siempre baja también la calidad, ya sea del producto o servicio, o de las características que lo rodean.

Nos gusta viajar. En internet podemos encontrar ofertas de vuelos baratísimos. Claro está, esos aviones también necesitan combustible para volar, y pilotos, y asistentes de vuelo... ¿Cómo abaratan precios? Obligándonos a no facturar equipaje, a hacer el check in desde casa, y acabarán diciéndonos que bajemos de peso si queremos pagar el estupendo precio que nos anunciaban. No engañan a nadie, pero luego siempre oímos quejas sobre lo estrictos que son con el equipaje de mano  o los problemas que hemos tenido con tal o cual compañía. Y mientras, en las agencias de viajes, grandes profesionales que nos empeñamos en no consultar.

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Otro ejemplo es el de los bazares orientales que nos inundan por doquier. Todos conocemos la calidad de los productos que, por lo general, habitan en estos comercios. Pero seguimos yendo, es una realidad. Sabemos que ese aparato eléctrico nos va a durar bien poco, o que tal vez tengamos que devolverlo porque ya está roto cuando lo compramos, pero ¡qué importa! es barato. En estos comercios ni siquiera se molestan en traducir decentemente los envases de sus productos. Un traductor automático traduce del chino a cualquier otro idioma las características o las instrucciones de uso, dando lugar a textos desternillantes que parecen escritos por el mismísimo satanás. Pero a nadie parece importarle.

La tecnología es otro ejemplo, esta vez del concepto que tenemos de novedad. Nos compramos un smartphone con todos sus extras, apps, actualizaciones y demás zarandajas, para al cabo de cinco meses venderlo por internet y comprarnos el siguiente modelo, que dista de éste en una letra, un número y poco más, sin haber exprimido realmente todas las posibilidades que ofrecía el "antiguo". ¿Dónde ha quedado eso de comprar algo y desecharlo cuando ya estaba viejo, gastado, con las marcas del tiempo y el uso dándole cierta solera? Esos objetos llegaban a ser nuestros de verdad, éstos, no sé.images

Con esta tendencia al consumismo barato, rápido y efímero, o quizá como causa de esto (¿qué fue antes, el huevo o la gallina?) han surgido diversas aplicaciones móviles y páginas patateras (también víctimas del susodicho traductor) que nos instan a comprar y vender por internet. No han inventado nada nuevo, son las tiendas de segunda mano de toda la vida, pero online, y con una imagen más fresca y moderna. Con esta manera de comprar o adquirir servicios, ¿a qué estamos renunciando? ¿realmente cuando compramos productos de estas características satisfacemos nuestras demandas? ¿Era lo que esperábamos, lo que vimos en la foto? El mueble que has comprado desmontado y has transportado y montado tú mismo, ¿es de la calidad esperada? Este consumismo "low cost" es un arma de doble filo. Nos satisface la necesidad de comprar de una manera inmediata, con un impacto mínimo en nuestro bolsillo, pero, ¿por qué lo revendemos o lo desechamos tan pronto? ¿lo queríamos en realidad?

No seré yo quien diga no a los avances, a la utilidad incuestionable de las nuevas tecnologías, pero creo que debemos utilizarlas con responsabilidad. No se trata de comprar en tiendas exclusivas, con nombre y apellido, y logo de cocodrilo o caballito, pero opino que deberíamos encontrar el punto medio, hacer que , en cierto modo prime la calidad, no la cantidad. Dejarnos aconsejar por profesionales, ya sea en tiendas físicas u online, donde también disponen de chats donde consultar dudas, y no fiándonos de particulares desconocidos que escriben "bendo" en las apps arriba mencionadas.

Esta nueva forma de comercio, utilizada sin ton ni son, nos está deshumanizando. ¿Dónde queda eso de pasar la tarde de compras con una amiga, probarnos ropa, preguntar, mirar, destripar las perchas en busca de algo bonito? Nos estamos convirtiendo en sociópatas con ejércitos de amigos virtuales, que cazamos animales imaginarios con el móvil, que no gastamos un euro en cds ni en cine, y mucho menos en libros, que envolvemos nosotros mismos los regalos con papel malo a la salida de los grandes almacenes. Estamos cayendo en la cultura de lo cutre, y lo que es peor, nos estamos acostumbrando. O será que me hago mayor y soy más conservadora de lo que creía.

  • Posted on octubre 24, 2016
  • By ivan